¡Ay, la limpieza de primavera! Si has sentido el impulso de ponerte a limpiar la casa a fondo en cuanto suben las temperaturas y todo empieza a florecer, tranquila porque no eres la única.
“La primavera se considera la estación de la renovación, tanto en la naturaleza como en la cultura popular y de consumo”, explica así Marni Amsellem, doctora en psicología y psicóloga clínica del centro Smart Health Psychology, ese impulso primaveral de ‘darle al reset’.
“Después de un largo invierno, estamos deseando quitarnos capas de encima y activarnos.
Y también sienta bien hacer lo propio con nuestra casa”.
El hecho es que, por naturaleza, fluimos en sintonía con los cambios estacionales que percibimos a nuestro alrededor.
“Nuestra energía tiende a descender mucho en invierno. Del mismo modo, vemos cómo aumenta en línea con la primavera:
los días son más luminosos, más cálidos, la gente sale más a la calle y se siente con más energía por la exposición solar”, argumenta la psicóloga clínica Dawn Potter en un episodio del podcast Health Essentials de la Clínica Cleveland.
Sin embargo, esa necesidad de mejorar la estética y la funcionalidad de nuestros hogares va más allá del influjo estacional, ya que puede servirnos de herramienta con que combatir el estrés y la ansiedad del día a día.
Limpiar y organizar, afirma Amsellem, “puede ayudarnos a sentir que controlamos nuestro entorno más inmediato”, un sentimiento muy deseable durante todo el año.
Ahora que el cambio de estación nos incita a depurar, limpiar y organizar todo, analizamos en profundidad los beneficios para la salud mental de limpiar la casa a fondo en primavera.
Aporta una sensación de control
Muchas personas limpian a menudo sus espacios por el gran beneficio emocional que les aporta, relacionado a menudo con el hecho de sentir que controlan su entorno:
“Hay mucha gente que encuentra una gran satisfacción en limpiar, pero a la vez es un método muy bueno de gestionar el estrés o la ansiedad”, explica Potter.
“Cuando existen problemas difíciles de abordar o sienten que no pueden más, muchas personas descubren que el acto de limpiar les ayuda a recuperar la sensación de control”.
Amsellem lo suscribe: “Cuando sentimos que nos están pasando muchas cosas que se escapan a nuestro control, mantener la casa limpia y ordenada es una forma de ejercer cierto dominio sobre lo que nos rodea y eso puede derivar en una sensación más amplia de control”, afirma.
Es un ritual que nos ayuda a centrarnos
Los rituales desempeñan un papel muy importante en nuestras vidas.
Por eso, convertir la limpieza en parte de tu día a día, hasta el punto que se quiera en cada caso, contribuye a llevar un estilo de vida más saludable en varios frentes:
“Da mucha paz ver un espacio agradable al levantarte y cuando vuelves al final de tu jornada; o, si trabajas desde casa, te ayuda a trabajar de manera más fluida, organizada y ordenada”, explica Potter.
Como subraya Amsellem, limpiar la casa con regularidad y, a su vez, construir un espacio placentero, es una tradición que se practica en todo el mundo desde tiempos inmemoriales:
“Muchas culturas contienen antiguos valores muy asentados que tienen que ver con mantener el orden y la limpieza en el hogar”, dice.
“La práctica de mantener la casa limpia, así como de realizar una limpieza a fondo, es una forma tanto de promover la calma como de renovar energías”.
Calma y da energía
Desde barrer el suelo hasta desinfectar las encimeras, las tareas domésticas son, en sí mismas, estupendas prácticas de conciencia plena.
Pueden ayudarnos a despejar la mente y desconectar un rato del mundo digital para cuidar más, en su lugar, de nuestro espacio personal.
Los frutos de todo ese trabajo tienen, además, un efecto especialmente positivo:
“Entrar en una habitación limpia y ordenada nos transmite energía y calma, mientras que entrar en un espacio desordenado tiende a provocarnos cansancio y agobio”, afirma Amsellem.
Estas sensaciones tienen que ver en gran parte con la respuesta visual que obtenemos después de limpiar y ordenar: los resultados son inmediatos y tangibles.
“Vemos que hemos tomado las riendas y, en consecuencia, nos sentimos más al mando de la situación”, afirma la experta.
Por otro lado, el desorden nos agobia y nos chupa la energía.
“Nos descentramos, nos sentimos desubicados e impotentes”, describe Amsellem los efectos del caos doméstico.
“Estas emociones pueden repercutir en nuestra salud mental en otros aspectos y afectar a la forma en que nos vemos a nosotros mismos, por ejemplo, menospreciar nuestras capacidades y restarnos autoestima”.
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