El 2 de abril se celebra el Día Mundial del Autismo, instaurado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2007.
El trastorno del espectro autista se caracteriza por una alteración en el desarrollo cerebral que provoca diferencias en la comunicación social, así como conductas repetitivas y estereotipadas.
Para aquellos que viven con la condición, los cambios sensoriales, como una incomodidad extrema con ciertos ruidos o texturas, y un repertorio específico de intereses, también llamado hiperenfoque, suelen ser comunes.
“Las personas con autismo tienen una forma diferente de percibir el mundo.
Esto hace que dirijan su atención a otros elementos del entorno que no son necesariamente estímulos sociales.
En un ambiente concurrido, por ejemplo, es posible que el ruido de un instrumento o el motor de un coche en la calle les llame más la atención que las voces de las personas”,
Explica la psiquiatra Mirian Revers Biasão, profesora de la Escuela Internacional de Desarrollo (EID) en Brasil.
Es por esta razón que las personas con autismo actúan y aprenden de forma diferente a lo socialmente esperado.
Es este proceso de tratar de imitar comportamientos considerados socialmente aceptados en grupos como de amigos en la escuela, en el trabajo e incluso en las relaciones familiares, lo que se conoce como “camuflaje social” o “enmascaramiento”.
“Como no es tan natural para las personas neuroatípicas, esas actitudes acaban gastando más energía cerebral y la persona puede agotarse, tanto física como emocionalmente”, explica la experta.
El daño del camuflaje social en las personas con autismo
Diversos estudios demuestran que el esfuerzo de camuflaje social que realizan las personas con autismo se relaciona a mayores índices de depresión, ansiedad y agotamiento.
Uno de ellos, publicado en 2017 en la revista científica Autism, plantea la hipótesis de que los hombres sufren más estos efectos. ya que las mujeres, por lo general, tienen menos dificultad para realizar el camuflaje.
“Las crisis por sobrecarga sensorial también puede contribuir a estas condiciones, por eso es tan importante el diagnóstico.
Una vez que sabemos que alguien tiene autismo, podemos empezar a trabajar los límites con ese paciente.
En lugar de estar cuatro horas en una fiesta, por ejemplo, para esa persona puede ser más cómodo quedarse apenas dos horas”, dice Biasão.
El camuflaje social es más común en niñas y mujeres
Una de las teorías aceptadas por la ciencia es la diferencia entre el cerebro de hombres y mujeres.
Algunos estudios, como un análisis publicado en la revista Neuroscience and Biobehavioral Review, muestran que el cerebro femenino está sutilmente más desarrollado en áreas que corresponden a comportamientos sociales.
“Esto dificulta incluso que las niñas sean diagnosticadas”,
Destaca Joana Portolese, coordinadora del Programa de Trastornos del Espectro Autista del IPq (Instituto de Psiquiatría).
Según un estudio realizado en Suecia, la estimación asciende a 10 niños diagnosticados por cada niña.
Adicional a esto, la propia sociedad ya determina muchas reglas para las niñas, y esta exigencia hace que empiecen a camuflarse antes.
Si el diagnóstico no llega en la infancia, es posible que las mujeres “disfracen” mejor los signos del autismo, retrasando el diagnóstico durante años.
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