La fibra dietética es un componente dietético contenido en alimentos de origen vegetal.

Según la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA) esta incluye sustancias que no pueden ser digeridas por el organismo, pero que tienen funciones beneficiosas para nuestra salud.

Los especialistas recomiendan un consumo diario de la fibra dietética, que está presente en alimentos tan utilizados como cereales integrales, verduras y hortalizas, frutas, legumbres y frutos secos.

Eso sí, sus beneficios para la salud varían según tres factores: el tipo específico de fibra, la dosis y el propio individuo.

Son las conclusiones de una investigación publicada en la revista Cell Host & Microbe.

“Nuestros resultados demuestran que los efectos fisiológicos, microbianos y moleculares de las fibras individuales difieren sustancialmente.

Además, nuestros resultados demuestran la tentadora perspectiva de usar fibras específicas, mediadas por el microbioma, para impulsar la salud y la biología de sistemas en una dirección predecible y personalizada”.

Explica el autor principal del estudio, Michael Snyder, genetista de la Escuela de Medicina de Stanford.

Comprender la respuesta de la fibra

Para abordar esta necesidad, Snyder y sus colegas se propusieron comprender cómo los componentes de fibra individuales purificados afectan al mismo grupo de participantes.

Específicamente, investigaron los efectos fisiológicos de la suplementación dietética con dos fibras solubles comunes y estructuralmente distintas:

  • Arabinoxilano (AX), que es común en los cereales integrales.
  • Inulina de cadena larga (LCI), que se encuentra en las cebollas, la raíz de achicoria y Alcachofas de Jerusalén.

Los investigadores utilizaron la metagenómica de las heces, la proteómica del plasma, la metabolómica, la lipidómica y analizaron las citocinas séricas y los valores clínicos en 18 participantes.

“La fibra se asocia con una mejor salud metabólica y cardiovascular.

Pero no se ha estudiado la comprensión de los efectos de las fibras individuales en la respuesta microbiana y metabolómica utilizando un conjunto de datos multiómicos”, asegura el autor.

Los participantes consumieron:

  • Diez gramos de fibra por día durante la primera semana
  • Veinte gramos por día durante la segunda semana
  • Treinta gramos por día durante la tercera semana.

Los resultados revelaron respuestas microbianas y sistémicas dependientes de la fibra y, a menudo, de la dosis.

En promedio, el consumo de AX se asoció con una reducción significativa de las lipoproteínas de baja densidad (LDL), conocidas como colesterol malo, y un aumento de los ácidos biliares, lo que puede estar contribuyendo a la reducción del colesterol.

Sin embargo, las respuestas individuales variaron y algunos participantes observaron poco o ningún cambio en los niveles de colesterol.

“Varios alimentos ricos en fibra tienen efectos reductores del colesterol, y nuestro estudio sugiere que estas reducciones pueden ser impulsadas por componentes individuales de la mezcla de fibras en los alimentos vegetales sin refinar”, sigue Snyder.

Tres factores determinantes

Mientras tanto, LCI se asoció con una disminución modesta en los marcadores de inflamación y un aumento en la abundancia de Bifidobacterium.

Un tipo de microbio intestinal generalmente beneficioso conocido por producir ácidos grasos de cadena corta saludables.

Pero con la dosis más alta, hubo un aumento en la inflamación y los niveles de una enzima hepática llamada alanina aminotransferasa, lo que sugiere que demasiada fibra puede ser dañina.

Las respuestas fueron variables entre los participantes.

“En general, nuestros hallazgos muestran que los beneficios de la fibra dependen del tipo de fibra, la dosis y el participante.

Un panorama de factores que resultan de las interacciones entre la fibra, el microbioma intestinal y el huésped”.

Concluye el investigador.

Share This